jueves, 3 de octubre de 2013

¡Ruido caca, nene!

Es normal que aquel que expone a su organismo a una agresión de una manera continuada, acabe acostumbrándose a ella. El cerebro posee mecanismos de adaptación tan poderosos que pueden hacer sobrellevar situaciones increíbles. Para nosotros sería imposible vivir soportando la pestilencia de un basurero mientras que hay gente que, desgraciadamente, se ha habituado a ello y ha rebajado la agresión olfatoria a un malestar llevadero.

En España casi el 80% de la población está sometida a ruidos por encima de los 80 decibelios, cuando el límite recomendado por la OMS es de 65 dB. Somos ruidosos y lo sabemos. ¿Quién no ha oído aquello de que a un español  se le puede reconocer por el tono de su voz en cualquier lugar del mundo? Sea por nuestro carácter festivalero o por la permisividad ante esta agresión acústica continua, nos hemos acostumbrado a tener que subir el volumen para ser escuchados por encima del sonido ambiental. Un estudio publicado en la  revista Behavioral Ecology, en el que participaron investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, concluía que los pájaros urbanos se esfuerzan y cantan más alto para poder compensar el ruido de las ciudades. Hasta los pájaros de ciudad son más cañeros.

España, desde hace décadas, es el país más ruidoso de Europa. Pero debemos ser conscientes de que los bichos raros no son los extranjeros silenciosos, sino nosotros mismos. El ruido de nuestras casas y calles, es mucho más que una simple molestia, es causa de una larga lista de efectos perjudiciales para nuestra salud y que pueden ir desde unas simples reacciones fisiopatológicas (como la taquicardia, el aumento de la presión arterial, la disminución del peristaltismo intestinal, el insomnio o la fatiga) hasta verdaderos daños orgánicos (acúfenos, sordera…). Aunque cueste de creer, las patologías afectan a todo el organismo: gastritis, colitis, contracturas y dolores neuromusculares, alteraciones de la coordinación, problemas visuales, dolores de cabeza, irritabilidad, estrés, problemas coronarios, dificultad respiratoria, estreñimiento, hiperglucemias, agitación, depresión, impotencia sexual, alteraciones inmunológicas, agresividad, problemas del lenguaje y el desarrollo intelectual en niños… y la lista podría seguir un par de líneas más. 

Es evidente que cuanto más alto sea el nivel del ruido y la duración de la exposición, mayor es el riesgo de sufrir daños, pero en este país, quien más quien menos tiene que lidiar con el problema. En el caso del ruido en el lugar de trabajo, esta duración suele ser la de una jornada de trabajo de ocho horas y la pérdida de audición que se va produciendo a lo  largo del tiempo por lo que no siempre es fácil de reconocer. La mayoría de los trabajadores no se dan cuenta de que se están volviendo sordos hasta que su sentido del oído ha quedado dañado de forma permanente.

La Ley del Ruido en España se aprobó en el año 2003 con el objetivo de prevenir, vigilar y reducir los niveles de contaminación acústica, para evitar molestias y daños a la salud y al medioambiente. Pasada más de una década, España sigue segunda en el pódium de los países más ruidosos, por detrás de Japón.

¿Somos verdaderamente conscientes del efecto nocivo de la contaminación acústica? El control de los niveles de ruido es competencia directa de los Ayuntamientos y aquí, nunca mejor dicho, los resultados van por barrios. Factores como el tráfico de vehículos, el bullicio de la gente, el sonido de las industrias y el barullo de los bares y terrazas, las fiestas locales, los talleres y los ferrocarriles se suman para dar el resultado final. Mientras hay ciudades que se han convertido en un reducto de paz y tranquilidad, como Zamora o Soria (las más silenciosas), hay otras muchas que son molestas fábricas de sordos, como Ceuta o Valencia.
"Walking Zamora" de Mariluz Rodríguez (Lucity)

Si vives en Valencia debes saber que estás en el número uno de la lista de contaminación acústica en España.  Quizá para algunos, eso todavía sea motivo de orgullo, ya que pueden relacionar el ruido con la alegría, la vitalidad, el bullicio o el jolgorio, pero una vez más deberíamos intentar buscar el equilibrio entre la diversión y la salud. 

Concienciarnos de la toxicidad del ruido es importante. Demos el primer paso y cuidemos el ambiente sonoro de nuestras casas y nuestro entorno. Todo cambio debe empezar por nosotros mismos. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Hábitos NO saludables, conoce a tu enemigo

Creo firmemente que para la gente es mucho más útil conocer bien los hábitos poco saludables que intentar dar bombo a los llamados "saludables". Siempre me ha parecido más fácil demostrar aquellas cosas que nos hacen daño que las que nos benefician, entre otras cosas porque las cosas dañinas alteran la normalidad y son demostrables rápidamente, mientras que las cosas que benefician no son tan evidentes a corto o medio plazo y por este motivo, en ocasiones, pierden credibilidad.

Si, por ejemplo, alguien no se duchara ni lavara nunca, en un puñado de horas se empezarían a notar las consecuencias y en cuestión de días comenzaría con problemas que, de no corregirse, le conducirían a una infección. Si alguien se lavara todos los días no desarrollaría ese problema, por lo que no sería capaz de ponderar lo bueno que sería su hábito hasta que algún día descuidara su higiene. Si alguien cogiera la bici diariamente durante una hora para desplazarse al trabajo o dar un paseo, lo consideraría como una rutina más y sólo lo relacionaría con algo beneficioso tras un tiempo de haberse entregado a una vida sedentaria. Lo mismo ocurriría con alguien que fuma, que bebe, que se droga, que trasnocha o que se sienta torcido en su butaca.

Definimos "hábito" como cualquier comportamiento  repetido regularmente en el tiempo y de modo sistemático... y si le añadimos el calificativo "saludable" le dotamos con la cualidad de conservar o restablecer la salud.

Pues bien, hábitos saludables los hay a patadas y son tantos y tan cambiantes según las modas que a veces pierden credibilidad. ¿Es bueno beber dos vasos de vino en la comida? ¿Es bueno beber dos litros de agua al día? ¿El deporte es salud o es mejor simplemente la actividad física? ¿Recomendamos o no el pescado azul? ¿Y tomar el sol? ¿Y el aceite de oliva? ¿Y comer un huevo diario? Y el jamón, ¿serrano o ibérico? En numerosas ocasiones me he encontrado en mi consulta con comentarios del tipo: "¿Pero ahora entonces es bueno? A mí hace años me dijeron que era malísimo". Y es que a veces volvemos locos a los pacientes con prestigiosos estudios que abalan los resultados y no dudamos en recomendarlos... hasta que salen otros estudios que dicen justo lo contrario. Lo dicho, es mucho más fácil determinar bien los malos hábitos porque esos no suelen cambiar nunca.
 
Con este artículo no pretendo decirte lo que debes hacer sino recordarte lo que no debes hacer. En este grupo de cosas en las que el potencial dañino está sobradamente demostrado están: Tirarse por la ventana desde un octavo, quemarse a lo Bonzo, tirar una tostadora enchufada en la bañera con nosotros dentro, y aguantar sin respirar lo que dura "Titanic"... ¿A que ya sospechabas que esos eran malos hábitos?
Bueno, ahora en serio, dentro de los malos hábitos menos obvios se encontrarían el consumo de drogas (incluídos alcohol, tabaco y cafeína), la falta de horas de sueño, la obesidad, el sedentarismo extremo, el exceso de grasas y sal en las comidas, el ir estresado por la vida y la deshidratación.

¡Ale! Ya sabes lo que va mal para lo tuyo. ¿Has visto qué sencillo? ¿Quieres mejorar tu salud? Te reto a ello. Revisa tranquilamente los hábitos de tu día a día, y si algo de esta lista lo estás haciendo, mejóralo. Y si te preguntas cómo: Primero proponíéndotelo seriamente porque sin voluntad jamás habrá éxito.

Cuando te hayas puesto a ello (erradicar tus malas costubres) ya habrá maneras de mejorar aún más tu salud y entonces sí, ya entraremos en una detallada lista de hábitos saludables. Pero recuerda, nunca empieces la casa por el tejado

martes, 1 de octubre de 2013

Vídeo presentación del blog (prometo mejorar la calidad)

Disculpad la calidad de imagen y sonido. Prometo mejorar la calidad para próximas entradas. He pagado la novatada de usar una cámara que no domino (¡la debí desconfigurar entera!), en un día lluvioso, junto a un río (sonoro) y con el eco del lugar donde me cobijaba. 
En fin, que me da algo de vergüenza subirlo, pero lo hago para ir adquiriendo práctica. Espero que sepáis disculparme. 


Si habéis conseguido entender lo que pretendía decir, me quedo más tranquilo... ¡Pero la promesa la cumpliré! (Muchas gracias por el esfuerzo)

lunes, 30 de septiembre de 2013

Sólo deja de fumar quien se lo propone

Así de sencillo. Esa es la premisa básica e indiscutible para conseguir abandonar para siempre el hábito tóxico más extendido en la actualidad. ¿Y en qué me baso? Podría esgrimir a favor de esta conclusión mi propia experiencia profesional con los pacientes, las múltiples sesiones de terapia de grupo que he dirigido, los años de consulta en los que he realizado las anamnesis a miles de personas o los casos que conozco entre mis familiares y amigos. Pero seré mucho más simple: lo digo porque es de sentido común.

¿Acaso alguien que disfruta con el tabaco está dispuesto a sufrir y cambiar para siempre? ¿Hay algún fumador sin motivación para dejarlo que no haya recaído al poco tiempo? Una cosa está clara, sin intención ni esfuerzo no habrá éxito. Así que si eres de los que disfrutas con el tabaco, de los que se sienten molestos con los que le proponen dejar de fumar… sencillamente, no lo intentes porque sólo conseguirás defraudar a quienes te aprecian y miran por tu salud.

En los años de ejercicio profesional me he encontrado con centenares de fumadores compulsivos que a lo largo de su vida han intentado dejar de fumar en innumerables ocasiones pero sin ningún éxito. En la mayor parte de los casos esas personas y sus familias habían perdido la fe en sí mismas, y consideraban cualquier nuevo intento de deshabituación como una pérdida de tiempo. Tras una breve charla era fácil darse cuenta de que en prácticamente ninguno de esos intentos por dejar de fumar la intención había sido sincera, sino que había estado motivada por un familiar cercano, por una promesa, por una apuesta… La mayoría de estas personas había consumido su propia credibilidad en apuestas que estaban perdidas de antemano. Los intentos fallidos suponen un enorme daño para quien, pasados los años, cambia su actitud hacia el tabaco y consigue por fin motivarse.

Una vez me encontré con un hombre de unos treinta y cinco años que reconocía haber intentado dejar de fumar en más de 10 ocasiones habiéndolo conseguido como mucho durante 7 semanas. Sus motivaciones eran del tipo “para no gastarme una pasta”, “para que mi novia me deje de dar la brasa” o “para que mi ropa no huela mal”, pero en aquella ocasión era distinto porque sufría un problema en un pulmón después de un accidente laboral y sabía que tenía que dejarlo si no quería complicaciones severas en el futuro. En esta ocasión sus motivos eran mucho más sólidos y su interés verdadero, pero los múltiples fracasos en el pasado hacían que dentro de su motivación sus expectativas de éxito fueran pocas. Lo más difícil fue conseguir que volviera a creer que podía conseguirlo y, una vez logrado este punto, el hombre consiguió dejar de fumar de manera definitiva en poco más de 3 meses. 

Tengo que reiterar que tras estudiar a fondo distintas técnicas de deshabituación tabáquica, y conocer de primera mano terapias de todo tipo (incluso las casi mágicas), la conclusión más indiscutible a la que he llegado es que, si quieres dejar de fumar, lo primero que debes hacer es proponértelo seria y sinceramente y después ya encontrarás la manera o terapia que más te convenza. 

En breve compartiré con vosotros una de las técnicas para dejar de fumar con la que más éxitos he logrado. No es sencilla, porque el objetivo tampoco lo es, pero en un tema tan serio como este lo que hay que buscar no es la rapidez sino que el resultado final sea exitoso
(Dentro de unos días subiré una entrada con un rápido test para medir el nivel de motivación y saber así si se es o no apto para un programa de deshabituación).

Si no tienes voluntad y no encuentras una motivación lo suficientemente sólida… ni te molestes en dejarlo. Simplemente sigue fumando, que lamentablemente ya te motivarás tarde o temprano.

Educación para la Salud: tan asequible como ignorada

Para empezar, una reflexión: ¿Cómo es posible que un aficionado a la mecánica no conozca sus propias bisagras (=articulaciones)? ¿En qué cabeza cabe que un amante del bricolaje no sepa cómo funciona su propia fontanería (=arterias y venas) y su sistema eléctrico corporal (=sistema nervioso)? ¿Puede existir alguien aficionado a la naturaleza que no sepa cómo mejorar el cultivo del propio cuerpo (=hábitos saludables)? ¿Sería razonable que supiéramos mucho de todo lo que nos rodea pero que desconociéramos lo más básico del organismo que somos?

Hay muchas razones por la que desconocemos lo más íntimo de nuestro ser. Frecuentemente pensamos que la adquisición de estos conocimientos no nos corresponde, sino que pertenecen a un estamento profesional que tras años de mucho esfuerzo y estudio sabe todo cuanto acontece en nuestras células. Es cierto que el conocimiento exhaustivo de la Anatomía y la Fisiología humana es complejo y enrevesado. Es por ello que las ciencias sanitarias se dividen en especialidades, cada una con un contenido delimitado pero a la vez extenso.

La gente no necesita adquirir todo ese conocimiento, igual que un padre no pretende aprender todas las técnicas y secretos de la alta cocina para preparar la comida diaria de sus hijos. Pero seguro que nos resultaría penoso enterarnos de que ese padre lleva a su prole diariamente a comer a un restaurante por no saber cocinar unos macarrones, unos huevos fritos o unas lentejas. Del mismo modo, no conocemos cada engranaje de la mecánica de nuestro vehículo, pero sí sabemos cambiarle una rueda a nuestro coche o controlar el nivel de aceite y la presión de los neumáticos.

Sin embargo, es asombroso el alto nivel de desconocimiento que tenemos sobre los componentes y el funcionamiento de nuestro propio cuerpo, por lo que no es de extrañar el exagerado porcentaje de cuestiones no urgentes que se atienden en Urgencias a diario, o los altos niveles de desesperación que alcanzan muchas personas ante problemas corporales que les angustian. Algo verdaderamente lamentable, teniendo en cuenta que muchos de esos problemas tendrían una fácil solución si conociéramos cómo funciona el mecanismo que los provoca

El cuerpo humano es un intrincada y compleja máquina que, lejos de ser perfecta (como a muchos les gusta decir), se compone de fontanería, mecánica, electricidad, química y mucho, mucho sentido común. A pesar de tanta complejidad, lo básico (todo aquello que no es “alta cocina”) puede ser entendido, asimilado y recordado por cualquiera que tenga un mínimo de interés. ¿Por qué entonces, si es tan asequible, llega a ser tan alto el nivel de ignorancia entre la población general? La respuesta más inmediata es que somos comodones y preferimos que cualquier pequeño problema sea revisado por un médico que nos lo daría todo hecho. Consideramos erróneamente a nuestro cuerpo como una materia complicada de aprender, tal vez porque encontramos en la terminología y los textos relacionados con el cuerpo humano o la medicina un lenguaje espeso, de difícil comprensión que puede haber desanimado a más de uno para profundizar en un tema interesante de veras. Estos palabros son la jerga médica, la nomenclatura anatómica, el lenguaje científico que debe ser utilizado por los profesionales para intentar definir con precisión los contenidos del vasto conocimiento relacionado con nuestro cuerpo. Es un lenguaje desconocido para la población normal y en su mayor parte se compone de palabras de origen griego o latino y pueden llegar a asustar al profano. Hay quien dice que fueron los propios médicos los que inventaron tales palabrejas para alejar a los curiosos de un terreno que hasta ahora no deja de ser su coto privado.

Pero igual que nadie dejaría de aprender a cocinar el menú del día de sus hijos porque se asustara leyendo la enciclopedia de la cocina deconstructiva de Ferrán Adriá, no deberíamos abandonar el conocimiento de nuestro organismo porque nos hayamos asustado con el lenguaje usado en un informe médico o en un libro de anatomía. Por ello la Educación para la Salud debería ser una asignatura obligatoria en los colegios y tema habitual en las programaciones televisivas, para que todo el mundo pueda descubrir el cuerpo humano y lo que le afecta, con un lenguaje cercano y ameno.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Confirmado: menos cáncer, con mejores hábitos

Especialmente durante el último siglo el cáncer se ha convertido en el gran azote de la humanidad y se cobra anualmente la vida de millones de personas. Un reciente estudio presentado en el Congreso Europeo del Cáncer de Ámsterdam y publicado en la revista científica “Annals of Oncology”, refleja que la riqueza y el mayor gasto sanitario de un país están asociados tanto con una mayor incidencia del cáncer como con una menor mortalidad por esta enfermedad. Es decir, que cuanto más dinero se destina a la salud, menor es el número de muertes tras el diagnóstico de un cáncer. 
Según esta noticia podríamos llegar erróneamente a una conclusión: que la lucha contra el cáncer depende fundamentalmente de la inversión en la atención médica y los servicios asistenciales. Pero no debemos olvidar que existen más estrategias para enfrentarse a esta enfermedad y promover la salud (como ya conté en otra entrada de mi blog sobre el “Informe Lalonde”). 
No cabe duda de que en los países que más invierten en salud, la existencia de un mayor número de programas de cribado, que permiten detectar más casos de cáncer en fase tempranas (más abordables terapéuticamente) está consiguiendo excelentes resultados. La correlación entre mayor inversión y menor mortalidad también respondería a la mayor disponibilidad de tratamientos eficaces en estos países. Pero no hay que olvidar que cerca del 5% de los tumores malignos dependen del factor hereditario de la persona y más del 10% del medio ambiente o del entorno laboral en el que nos movamos.
¿A quién se le achacan el 85% de los cánceres? ¿Lo adivinas? Efectivamente: a los hábitos de vida, mejor dicho, a los malos hábitos de vida: el tabaco, el alcohol, el sobrepeso, las radiaciones solares, la mala alimentación, el sedentarismo o los ritmos de vida, entre otros, van alterando lentamente nuestro organismo para acabar produciendo en él los cambios que el cáncer necesita para desarrollarse.
Hay estudios médicos que estiman que tan sólo con mejorar dichos hábitos personales y el estilo de vida la incidencia del cáncer se reduciría en cerca de un 40% (algo que no deja de ser una estimación ya que el itinerario biográfico de cada tumor sigue siendo un misterio en la mayoría de los casos).
Una vez más la estrategia individual en la lucha contra el cáncer pasa por adoptar hábitos saludables y erradicar algunas malas costumbres. Gestos tan sencillos como incluir en la dieta cinco raciones diarias de verduras y frutas que nos aporten vitaminas y antioxidantes podrían ser la mejor decisión para empezar el cambio. Algo que mejoraríamos si consiguiéramos reducir el consumo de carnes rojas y procesadas como los embutidos, los alimentos ahumados o excesivamente salados.
Pero además de mejorar lo que comemos sería imprescindible abandonar el consumo de tabaco, moderar la ingesta de alcohol y pensar en sustituir el ascensor por las escaleras y sacar 30 minutos diarios para ejercitar nuestro cuerpo.
Ni aun siguiendo a rajatabla cada uno de estos consejos podremos librarnos completamente de la amenaza del cáncer, pero lo que sí podemos asegurar con total seguridad es que el peligro de padecerlo aumentará considerablemente si además de bebedor, también fumas… Y si además eres obeso… ¡espabila!

(2) Estrés laboral, depresión, crisis y sus riesgos para la salud.

De momento no se sabe con certeza si los estresados nacen o se hacen, aunque parece que existe una cierta base genética que provoca que algunos individuos sean más vulnerables a padecerlo que otros. Como ocurre casi siempre, la manera de afrontar el estrés depende de la personalidad de cada uno. Hay personas que toleran mejor las situaciones de presión, porque disponen de mejores recursos psicológicos para afrontarlas, pero también existen seres humanos maestros en el arte de amargar(se) y complicarse la vida. 

Los expertos aseguran que cuando las empresas prescinden de personal, aquéllos que salen corren un riesgo elevado de generar estrés y ansiedad, afectando seriamente a su salud física, no sólo por perder su fuente de ingresos, sino también por ver afectada su autoestima y reducidas sus redes sociales. Sin embargo, cuando la presión en el trabajo llega a ser extrema, son muchos los que llegan a sentir alivio al ser despedidos y quitarse por fin esa carga de encima. Por el contrario, para los que se quedan, pese a haber conservado su puesto, el lugar de trabajo puede convertirse en territorio hostil ya que ven intensificado su trabajo al tener que cubrir los puestos de los que han sido despedidos y a su vez incrementado el estado de miedo y la incertidumbre ante la posibilidad de ser ellos lo que puedan quedarse en paro en un futuro inminente

La manera más rápida de solucionar el problema sería acabar con los factores estresantes pero la mayoría de ellos (el paro, la hipoteca...) no pueden eliminarse. Una vez más, la solución en la que más podremos incidir a nivel individual sería la promoción de unos buenos hábitos saludables. Gran parte de las nefastas consecuencias de los niveles de estrés mantenidos podrían aliviarse con un régimen de vida concreto, dieta sana, ejercicio físico, buena gestión del tiempo libre y también ayudados con diversas terapias (desde la psicológica hasta el yoga, pasando por desconectar el móvil a algunas horas o escuchar una buena música). 

Cada vez más, entre los profesionales de la salud, se extiende la opinión de que la medicación no cura, aunque nadie duda de que pueda ser útil en los casos graves pero el manejo fundamental de la situación debe ser principalmente psicológico. El problema es que el abanico de posibles terapias cognitivo-conductuales es tan amplio que, a veces, lo difícil es seleccionar la terapia adecuada para cada paciente.

En la última década se ha pasado de considerar al estrés como un problema individual de personas débiles que no conseguían lidiar con los problemas laborales, a entender que se trata de un problema colectivo en el que influyen de manera determinante las condiciones objetivas del trabajo. Demandas excesivas, déficit de comunicación, falta de claridad de roles, labores monótonas, horarios poco razonables... son responsables del desgaste psicológico que puede derivar en patologías o en el famoso síndrome del trabajador quemado

Cada vez son más las empresas que se han dado cuenta de que controlando ciertos factores de una manera relativamente sencilla y muy barata, funcionarán mejor económicamente y mejorarán también en calidad y condiciones del trabajo. Sin embargo tan sólo el 26% de las empresas de la UE aplica procedimientos para combatir el estrés

Es por ello que la mayoría de los profesionales de la salud opinamos que, pese a la crisis, las empresas necesitarían invertir en prevención de riesgos laborales porque es la mejor respuesta para mejorar la competitividad, la productividad, la sostenibilidad y el crecimiento económico.